Si funciona está bien, pero si es divertido es la leche
Uno aprende poco a poco en este mundo de los recursos humanos que, eso de “el cliente siempre tiene la razón” es un poco bastante cierto. Por lo menos en lo concerniente a dónde invierte su dinero.
En el ámbito de la formación, donde desarrollo mi carrera profesional, vengo observando últimamente una clara tendencia a romper con los moldes establecidos en lo referente a estilo de proyectos que demandan las empresas.
La mayoría de los interlocutores con los que trato en los departamentos de recursos humanos están hartos de programas de formación estándar que no motivan a las personas a participar en ellos.
Mi visión cómo profesional, que analiza necesidades y luego las implementa en clase, es que la clave está en saber conectar las necesidades de la organización con las necesidades de las personas que van a recibir la formación.
Si te centras solamente en transmitir las técnicas y conocimientos que exige la empresa que te ha contratado, sin tener en cuenta a las personas que van a estar en tu clase … “la estás cagando”. Pero cuidado, que sí sólo haces lo contrario, también “la cagas”.
Es por ello que las tendencias del sector formativo apuntan hacia la reconversión de los modelos de aprendizaje, hacia aquellos que consideran la motivación de las personas cómo uno de los elementos clave para el éxito.
En este sentido, la propia esencia humana nos enseña que no existe mejor manera de hacer aprender a un niño, que la de hacerlo jugando. Es decir, tratar de que el niño haga lo que tratamos de enseñarle y que lo haga pasándoselo bien.
Pues eso es exactamente lo que desde mi punto de vista deberían contemplar los programas formativos actuales para tener éxito.
Estos programas deberían basarse en el diseño de actividades lúdicas para que los conceptos sean simples, se trabajen de forma inmediata y sobre todo resulten atractivos y divertidos para quienes los practican … es decir, JUEGOS PARA APRENDER.
Me da igual que a este estilo de formación le llamen gamificación, funkylearning, learning by doing, aprendizaje experiencial o cualquier otra etiqueta marquetiniana.
Lo realmente importante es la esencia del mismo, es decir, buscar la exposición de conocimientos y habilidades de una forma simple, directa, efectiva y sobre todo divertida.
Nada me gustaría más que en los cuestionarios que miden la satisfacción o la calidad de las acciones de formación incluyan un nuevo ítem que valorar …